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Encubierta, serie pictórica, parte del proyecto visual some economies 

Encubiertas. Desde comienzos de la sociedad industrial y las teorías económicas modernas (o clásicas), las mercancías empiezan a establecer sus cotizaciones o precios de intercambio ya no por caprichosos decretos reales sino por las leyes cuasi-naturales de la oferta y la demanda. Más que “invisible”, como fue entonces pensada, la acción de estas dos fuerzas resultó ser el ámbito más transparente y translúcido del valor de las cosas, al punto que podía capturarse fácilmente en una gráfica; mientras otros aspectos empezaron a agitarse a causa de estas, de modo similar a como actúan las corrientes marinas: donde los movimientos superficiales de las aguas, inducidos por los vientos o el movimiento del planeta, generan los inquietantes movimientos y surgencia de las aguas más profundas.

 

Como oleaje anómalo o mar gruesa, observar los movimientos de una tercera operación, la especulación, ha sido más complejo. Y sus oscilaciones van a poner en riesgo la estabilidad longitudinal y transversal de toda esa colosal nave, ya siguiendo ruta en medio del océano. Esa es probablemente la imagen del mar que, en la obra de Alejandro Sánchez, sus buques mercantes navegan en constantes y pendulares inclinaciones de proa y popa (llamadas “trimados”) o de babor y estribor (llamadas “escoras”), las cuales hacen difícil pensar el mundo de los negocios internacionales como el majestuoso y tranquilo adrizamiento perfecto de cualquier barco, llevándolo frecuentemente a ese límite de equilibrio en donde las crestas de las olas se rompen sobre la cubierta haciendo el viaje más peligroso (y, al mismo tiempo, algunos piensan, también más interesante).

 

Su serie “Encubiertas”, que hace parte de su proyecto visual “Some Economies”, alude a dos aspectos distintos y acaso complementarios. Por un lado, a la “cubierta” en la embarcación, cuyo nombre parece una contradicción (al estar sin cubrir), aunque está dado porque era la superficie que cubre el interior del barco: es decir, su “cobertor” (antes, estos eran fabricados sin travesaños que unieran los laterales del casco, lo que daba problemas si el agua de la lluvia o las olas entraba a bordo, haciendo probable su hundimiento). Y por otro, a todo lo que queda detrás: moviéndose encubierto para lograr el funcionamiento visible de una máquina. Se señala así a todo lo que puede estar oculto quedando fuera de la vista: lo secreto, lo clandestino, o aquello que es especialmente protegido.

 

Como tema y variaciones, aquí el artista juega con las superficies coloridas y brillantes de los contenedores, ensamblándolas a modo de blasones heráldicos realizados a partir de fragmentos o secciones de esas exterioridades, impermeables no tanto a la humedad como a la mirada, que tiende a quedar atrapada en las superficies. Materialmente, las piezas tienen unas estructuras de madera y metal utilizadas en la fabricación de techos de bajo costo para proteger de la intemperie a viviendas, precarias o no. La pintura cumple así su legendaria función mimética de crear ilusiones: revestir visualmente la fragilidad, proyectando la imagen de esos armazones sólidos y pulcros erigidos en los puertos como edificaciones o tótems monumentales, de modo similar a cómo los índices de bienestar social “maquillan la pobreza con cifras falsas, haciéndola casi desaparecer”, en palabras del artista.

 

Ya se trate de piezas de dos o tres dimensiones, e insinuándose como escudos, estandartes o banderas que muchas veces siguen la estética hard-edge propia de la abstracción, ellas recortan y recombinan en cada uno de sus diseños los revestimientos en los que, aún si en su mayoría incompletos, pueden distinguirse los isotipos comerciales de algunas de las más importantes empresas navieras del mundo (Maersk, NYK, MSC, Evergreen, Hanjin, Hamburg Süd, Hapag-Yoyd, China Shipping, etc.). De este modo, lo que puede leerse como una supra-identidad corporativa de extrema transnacionalización, mueve la balanza hacia un componente sustancial del comercio global que no ha tenido la atención suficiente por parte de los modelos económicos, privilegiadamente concentrados en analizar o destacar lo que, desde una representación lineal, consideraban equivocadamente los extremos de una cadena: bien del lado de la producción (ya sea extracción de materias primas crudas o resultado de procesos de fabricación) o bien del lado del consumo.

 

Es así como la distribución, esa otra tercera operación se coloca en medio de ambas, pero además en sus extremos, haciendo un recorrido circular: flujo o conexión permanente de cada uno de los ámbitos del proceso económico, ella se convierte en el símbolo certero y por excelencia de todo el sistema. Lo que está a la intemperie (o expuesto) es solo la cara visible y reluciente de todo lo que se agita por dentro, o en las profundidades, produciendo cierto extrañamiento que amenaza esa sospechosa y apacible seguridad que, en principio (y casi por costumbre), avanza por largos tramos en buena mar.

 

 

(Emilio Tarazona – 2022)

Undercover. From the beginning of industrial society and the modern economics theories (or classic), merchandises start to establish their quotes or market rates no longer relying on capricious royal decrees but by almost-natural laws of offer and demand. More than “invisible”, the way it was initially thought of, the action between these two forces, turn out to be the most transparent and translucent aspect of the value of things, to the point where it could easily be captured by a graphic image; while other aspects started to agitate because of these, similarly to the way in which the marine currents behave: where the superficial movements of the waters, induced by the wind or movement of the planet, generate the disquieting movements and upwelling of the deepest waters.

 

 

Like abnormal waves or heavy sea, observing the movements of a third operation, especulation, has been more complex. And its oscilations will risk the longitudinal and transversal stability of that collosal ship, already en route in the middle of the ocean. That is probably the image of the sea that, in the work of Alejandro Sánchez, its merchant ships sail in constant, pendular inclinations of bow and stern (called “trim”) or port and starboard (called “heeling”), which make it difficult to think the world of international business like the majestic and quiet righting of any ship, as his works takes it frequently to that equilibrium limit where the crests of the waves break above deck making the most dangerous trip (and, at the same time, some think, more interesting as well).

 

His series “Undercover”, that makes part of his visual project “Some Economies”, alludes to two different aspects, and perhaps, complimentary. On the one hand, the “deck” of the ship, whose name in Spanish (cubierta, which means cover), seems like a contradiction which originates the word-play that is the name of the series, since indeed, the deck is the most exposed part of the ship and is he surface that covers the interior of the ship: which means, it’s “cover” (before, these were manufactured without crossbars joining the lateral sides of the hull, which presented issues if rain water or waves entered the boat, increasing the chances of it sinking). And on the other hand, everything that’s left behind: moving undercover to achieve the correct functioning of the machine. Thus, pointing at everything that may be occult and out of sight: what’s secret, clandestine or that which is especially protected.

 

As subject and variations, here, the artist plays with the colorful and bright containers’ surfaces, assembling them like a heraldic shield made from fragments or sections of these exterior parts. Impervious not so much against humidity, but against gaze, which tends to stay stuck on the surface. Materially, the pieces have structures made of wood and metal used in the manufacturing of low-cost roofs to protect houses from the elements, cheaply made or otherwise. Paint fulfills its legendary mimetic function of creating illusions: to visually coat fragility, projecting the image of this solid and polished carcasses erected in the harbor like buildings or giant totems, resembling the way in which “wellbeing indexes figures are massaged, making poverty numbers almost disappear”, in the words of the artist. 

 

 

Pieces may be made in two or three dimensions, insinuating the forms of shields, banners or flags that in many cases follow a hard-edge aesthetic, a form of abstraction. They cut and recombine in each one of their designs the coating in which, even though mostly incomplete, the commercial isotype of some of the most important shipping brands of the world (Maersk, NYK, MSC, Evergreen, Hanjin, Hamburg Süd, Hapag-Yoyd, China Shipping, etc). In this way, what may be read like a supra corporative identity of extreme transnationalization, moving the scale towards a substancial component of global commerce that hasn’t received enough attention on behalf of the economic models, allowed by their privilege to concentrate in analyzing or highlighting what, from a lineal representation, they wrongly saw as the two extremes of the same chain: one from the side of production (be it extraction of raw material or the result of manufacturing processes) or from the side of consumerism.

 

Just like in the case of distribution, that third operation that places itself in the middle of both, but also, in its extremes, making a circular route: flux or permanent connection of each one of the aspects of the economic process, distribution becomes in a poignant quintessential symbol of the whole system. Whatever is on the outside (exposed) is just the visible, shiny side of everything that moves inside, or in the depths, producing a certain discomfort that threatens that suspicious and peaceful security that, on principle (and almost by custom), makes its way through big stretches of sea.

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