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incrustación, intervenciones escultóricas, parte del proyecto visual some economies 

Incrustación. Los restos de naufragios o hundimientos de embarcaciones están dispersos en la vastedad de los lechos oceánicos, y es posible que sus relatos (tanto documentados como envueltos por la leyenda) sean también tan extensos como los registros de texto e imagen que, en contraparte, pueden recogerse sobre todas las proezas en la historia de la navegación. Podemos imaginar las calamidades de las naves que emprendieron viajes ensayando diseños, técnicas constructivas e instrumentos para ampliar sus estrechas nociones de territorios habitables, junto a vías de comunicación, conocimiento y rutas comerciales. Y, especialmente en la era en que el planeta entero empezó a circunnavegarse con carabelas portuguesas, enormes carracas italianas y galeones españoles (o galeones ingleses, más pequeños, que asaltaban a estos últimos), hasta las épocas contemporáneas, donde las guerras, los accidentes, las averías, los desastres meteorológicos o los errores humanos han logrado escorar o enviar al fondo del mar petroleros, acorazados y cruceros; se han estimulado la imaginación y la memoria alrededor de estas crónicas.

 

Como si fuera la sección de corte transversal que puede tenerse de esas narraciones agrupadas en bloque, Alejandro Sánchez ha tenido un constante interés sobre un grupo de accidentes modernos, cuyas noticias se han propagado menos: aquellos que transportan recursos primarios y mercancías industriales que juegan un rol fundamental en el funcionamiento de nuestra civilización. Las escenas de buques portacontenedores en medio de alguna desgracia están en su obra desde los inicios de la serie “Some Economies”, hacia 2010, en pequeñas escenas pintadas en óleo sobre papeles que enviaba previamente a destinatarios inexistentes al otro lado del mundo, a fin de que exista la posibilidad que regresen a su remitente al no poder ser entregados, y en los cuales el artista procede luego a dejar las representaciones de esas naves a punto de volcarse, que suponemos no habrían logrado llegar así a ningún lado.

 

Esta otra serie titulada “Incrustaciones”, iniciada hace poco más de un lustro, asume por primera vez representaciones tridimensionales y a escala real de esas imponentes cajas de metal (conocidas como “Dry Van” o TEU, de 20 pies de largo) que dinamizan el intercambio de materias diversas bajo el todavía hoy triunfante capitalismo globalizado. Teniendo en mente las pérdidas de los descomunales navíos que los transportan (embarcaciones recientes de este tipo pueden llevar alrededor de 25 mil contenedores, entre los apilados en cubierta y en su interior), algunos de estos barcos han dejado impactantes imágenes de su colapso, como el MOL Comfort: acaso el peor naufragio de su tipo, que luego de partirse por la mitad en el Océano Índico, a mediados de 2013, tardó semanas en hundirse una parte mientras la otra, incendiándose, terminó tragada también por las aguas durante el intento de remolcarla a puerto, desapareciendo con alrededor de 4500 contenedores, con cargas específicas todavía no develadas por la empresa. Gran parte del oscurantismo sobre estos hundimientos viene del lado de las mismas compañías navieras, las cuales no desean ver flotar con esfuerzo ni descender en lo profundo, junto a las cargas, la seguridad que deben proyectar en las entidades logísticas que contratan sus servicios de transporte marítimo: salvo eventos catastróficos de ese tipo, se trata de apenas pocos miles de contenedores, en promedio (de los más de 5 a 6 millones que circulan por día), perdidos anualmente durante su desplazamiento.

 

Sánchez fabrica e instala fragmentos con piezas más ligeras, en diseños site-especific, emulando esas otras pesadas estructuras cerradas de contenidos desconocidos, como si se tratara de una interferencia que interrumpe esta realidad que es así atravesada por otra, enfatizando un término, “glitch”, tomado de las fallas de programación en los videojuegos. Las estructuras, mucho más ligeras que los originales, destacan el carácter mimético de cierto ilusionismo que es el desfase mismo entre la realidad y la ficción. Como si estos mundos de la estabilidad, representada muchas veces por la ortogonalidad arquitectónica, fueran interceptados por otra señal que suponemos ajena, lejana (o simplemente fuera de lugar), que la embiste materialmente como si se tratara de un espolón: atravesándola y dándole a todo su entorno un repentino signo de fragilidad.

 

Ya sean colocadas en fachadas exteriores o en intramuros, las piezas de esta serie hacen que los espacios por donde circulamos parezcan intempestivamente sumergidos o vulnerados por un rasgo de incertidumbre que pone en alerta aquello que, gracias a esas transacciones de objetos que viajan continuamente de un lugar a otro del planeta surcando los mares, permiten sostenerlo así: acaso excesivamente henchidos de confianza, como nos hemos aún acostumbrado a verlos.

Emilio Tarazona, 2022

Incrustation. The remains of shipwrecks or sunken ships are scattered in the vastness of the ocean floors, and it’s possible that their stories (historically documented as well as surroundedwith legend), as large as the text and image records that, may be gathered about all theirprowesses in the history of marine navigation. We can imagine the calamities of the ships that undertook journeys, trying out designs, construction techniques and instruments to broaden their narrow notions of what habitable territories are, as well as communication, knowledge and trade routes. And especially, in the era in which the entire planet started to be circumnavigated with Portuguese caravels, enormous Italian ratchets and Spanish galleons (or English galleons, which were smaller and would attack the latter), until modern times, where wars, accidents, technical failures, natural disasters or human error have managed to list, heel and send oil tankers, armored and cruise ships to the bottom of the sea; imagination and memory have been stimulated around these chronicles.

 

As if it were a cross section that can be obtained from these narrations stacked in block, Alejandro Sánchez, has had a constant interest in a group of modern accidents, whose news have propagated less: those that transport primary resources and industrial merchandises that play a fundamental role in the functioning of our civilization. The scenes of container ships, especially in the midst of some misfortune are present in his work since the beginning of the series “Some Economies”, towards 2010, in small scenes painted in oil on papers that he previously sent to nonexistent recipients on the other side of the world, so that they may be returned to their sender once deemed undeliverable, in which the artist then proceeds to leave the representations of those ships about to be tipped over, which we suppose wouldn’t have managed to arrive that way anywhere.  

 

This story titled “Incrustations”, started a little more than a lustrum ago, it assumes for the first time life-size tridimensional representations of those imposing metal boxes (known as “Dry Van” or TE, and are 20 feet tall) that invigorate the exchange of diverse materials under the, still triumphant, globalized capitalism. Keeping in mind the losses of the gargantuan ships that transport them (recent ships of this kind can carry up to 25 thousand containers among the ones stacked up on deck and inside), some of these ships have left shocking images of their collapse, like the MOL Comfort: perhaps the worst shipwreck of its kind, which, after breaking in two in the Indian Ocean, in the middle of 2013, took weeks to sink one part after the other, catching fire, ended up being swallowed as well by the waters while being towed to port, disappearing with around 4500 containers, with specific cargo not yet revealed by the company. A big part of the obscurantism surrounding these shipwrecks comes from the shipping companies themselves, which do not wish to rock nor sink into the depths, along with the cargo, all the security that they must project before the logistics entities who hire their sea transportation services: safe catastrophic events of that kind. It consists of barely a few thousand containers, on average (of the more than 5 or 6 million that circulate every day), lost annually during their travels. 

 

 

Sánchez manufactures and installs fragments with lighter pieces, in site-specific designs, emulating those other heavy, closed structures with their unknown contents as if it were an interference that irrupts this reality, that is in this way crossed by another, making special emphasis in the word “glitch”. Taken from the programming bugs in videogames. The structures, much lighter than the originals, highlight the mimetic character of a certain illusionism which is the very gap between reality and fiction: as if these worlds of stability, represented many times by the architectural orthogonality, were intercepted by another signal that we suppose alien, distant (or simply out of place), that materially charges as if it were a spur: breaking through it and giving its surroundings a sudden sign of fragility.

 

Be it placed on exterior façades or inside, the pieces of this series make the spaces through which we circulate seem unexpectedly submerged or infringed by a hint ofuncertainty that alerts that which, thanks to those transactions of objects that travel continuously from one place to the other side of the planet, across the seas, allow to sustain it like this: perhaps excessively puffed with self-confidence, like we became accustomed to see them.

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